“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”.
Juan 8:36
De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.
J3:16
Esta historia nos deja en claro que a pesar de que a veces nuestra alma esté llena de odio y no creamos en Él, Jesús siempre estará ahí, pagando por nuestros errores. Siempre creemos en todo lo que nos enseña el mundo en el que vivimos, más siempre cuestionamos las cosas que vienen de Dios. ¿Cómo podremos olvidarnos de Jesús?
Hubo una vez un sacerdote de nombre George Thomas, párroco en un pequeño pueblo de Nueva Inglaterra. En cierta ocasión, durante la misa del domingo de pascua, durante el
sermón, puso en el centro del altar una jaula de pájaros vieja, rota y sucia.
Todos los feligreses se quedaron sorprendidos y murmuraban entre ellos. Imaginándose sus comentarios, el sacerdote habló de esta manera:
“Ayer cuando caminaba por el pueblo, observé a un muchachito que se dirigía hacia mí con una jaula moviéndola de un lado a otro. En su interior, había tres pajaritos temblorosos con frío y miedo. Detuve al
muchachito y le pregunté: ¿Que llevas allí hijo mío?
“Sólo unos pájaros viejos”, me respondió.
¿Que vas a hacer con ellos?, le pregunté.
“Los voy a llevar a casa y pienso divertirme un poco con ellos., Les voy a molestar, arrancarles las plumas, hacerles pelear entre ellos. Espero divertirme y pasarlo muy bien”, fue su respuesta.
“Pero tarde o temprano te cansarás de esos pajaritos, ¿verdad?”, le dije.
“Oh, no. Yo tengo gatos. A ellos les gustan los pajaritos. Cuando me canse se los echaré a ellos”, respondió el muchacho.
El Sacerdote guardó silencio por un momento y luego le preguntó: “¿Por cuánto me vendes esos pajaritos, muchacho?”.
“¿Por qué le interesan a usted estos pájaros, Padre? Son
únicamente unos pájaros viejos, no cantan y ni siquiera son lindos”.
“¿Cuánto?”, volvió a preguntar el sacerdote.
El muchachito lo miró, pensado si se habría vuelto loco y
entonces le pidió 10 dólares.
El sacerdote sacó 10 dólares de su bolsillo y se los entregó. Tan pronto recibió el dinero, el muchacho desapareció.
El sacerdote levantó la jaula con cariño y cuidado. La llevó a un pequeño parque donde había árboles y frutas. Abrió la jaula y, dando unos suaves golpes, hizo que los pájaros volaran libremente.
Esta era la razón por la cual la jaula estaba vacía sobre el Altar. El sacerdote continuó diciéndonos:
Un día Jesús y el Diablo se pusieron a conversar.
El Diablo acababa de llegar del Jardín del Edén, y se notaba que estaba contento y alegre.
“Si, Señor, acabo de apoderarme del mundo entero con toda su gente. Les tendí una trampa. Utilicé una carnada que yo sabia que no la iban a poder resistir. ¡Los atrapé!”.
“¿Qué vas a hacer con toda esa gente?”, le preguntó Jesús.
El Diablo le respondió: “Oh, ¡voy a divertirme! Les voy a enseñar a casarse y divorciarse. Que se odien y abusen unos de otros. Les enseñaré a beber, fumar y maldecir. Les voy a enseñar cómo fabricar armas y bombas para que se maten entre ellos. Sí que voy a divertirme”.
“¿Y que harás luego con ellos después de todo eso?”, le preguntó Jesús.
“Oh, matarlos”, respondió el diablo sin remordimiento alguno.
“¿Cuánto quieres por ellos?”, le preguntó Jesús.
El Diablo le respondió: “Oh no, Tú no quieres esa gentuza. No sirven para nada. Si los recoges sólo te odiarán. Te escupirán en la cara, maldecirán Tu nombre y acabarán matándote. Créeme, ¡no vale la pena!”.
“¿Cuánto? Volvió a preguntar de nuevo Jesús.
El Diablo miró a Jesús y con odio, astucia y malicia le respondió: “Toda tu sangre, tus lágrimas y TU vida”.
Jesús le contestó. “¡¡HECHO!!”. Y pagó el precio.
El sacerdote levantó la jaula en alto, abrió la puertita y se marchó sin pronunciar más palabras.