Hace cien años, cuando la Ciudad de México comenzaba a expandirse y a dejar atrás la tracción animal, surgieron los primeros vehículos motorizados de uso público. Entre ellos, el Ford Modelo T, también conocido como Fordcito o Fotingo, el cual dejó una huella profunda en la historia del transporte urbano.
El Modelo T debutó como taxi en la capital en 1906, décadas antes de que Ford construyera su primera planta de ensamble en el país. Aunque no eran baratos, los recorridos en estos autos eran aspiracionales para la clase media, que ahorraba para pasear por el centro de la ciudad. Los conductores debían estar certificados y trabajar desde sitios asignados en puntos concurridos.
Gracias a su resistencia, bajo costo relativo y velocidad —que podía alcanzar hasta 70 km/h—, el Ford T ganó terreno frente a otras marcas. Pero su contribución más destacada fue como precursor de los primeros camiones de pasajeros.
Ingenio y necesidad
Durante una huelga general en 1916 que paralizó taxis y tranvías, algunos propietarios de Fordcitos adaptaron sus vehículos para transportar más gente. Quitaron la carrocería trasera y la reemplazaron con estructuras hechas de tablas, láminas y lonas. Así nacieron los primeros “camioncitos”, improvisados pero funcionales. Aunque rudimentarios, ofrecían una alternativa viable para moverse en medio del caos.
Estos vehículos solían ir sobrecargados. Las llantas, diseñadas para autos ligeros, no soportaban el peso y a menudo reventaban. En esas situaciones, era común ver a los pasajeros bajarse a empujar. Con el tiempo, este tipo de transporte se volvió tan común que el gobierno reguló su operación: autorizó rutas fijas, estableció tarifas por pasajero y exigió que los recorridos se anunciaran al frente del vehículo.
Cuando Ford empezó a fabricar camiones más robustos, la transición hacia vehículos diseñados específicamente para el transporte de pasajeros fue natural. Los tranvías, que dominaban desde 1900, fueron cediendo su lugar a una red urbana más flexible y motorizada.
En el marco de su primer siglo en México, resulta curiosa esta historia del Ford T. No sólo fue un vehículo icónico, sino que pavimentó el camino hacia un sistema de transporte urbano más adaptado a las necesidades de la ciudad.
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