La única marca 100% mexicana que le compite a los fabricantes de autobuses y carroceros extranjeros es Diésel Nacional (DINA), la cual nació como una empresa paraestatal en 1951, siendo presidente de México Miguel Alemán Valdés, y fue en su mandato cuando la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y la Secretaría de Economía aprobaron la constitución de la empresa.
En pleno desarrollo industrial del país, el gobierno vio en el sector automotriz una oportunidad para invertir y emitió un decreto para regular a la naciente industria, limitando las importaciones y apoyando a las empresas locales.
Gracias al decreto, DINA se consolidó como el principal fabricante de camiones de transporte foráneo y autobuses de pasajeros.
En las siguientes décadas sacaron modelos que todavía viven en la memoria de los mexicanos como el “jorobadito”, los DINA Olímpicos y la Ciudad de México recuerda a los famosos Delfines.
Pero al igual que todas las empresas paraestatales, el periodo de bonanza concluyó a finales del siglo pasado con una terrible crisis económica, por lo que la empresa fue adquirida por Grupo G, capitaneada por Raymundo Gómez Flores quién supo sortear la tempestad, se enfrentó de tú a tú con los extranjeros, perdió algunas batallas y ganó otras, pero finalmente lograron estabilizar el barco y mantenerse como la única empresa mexicana que todavía le compite a los grandes fabricantes internacionales.