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Deslindar responsabilidades

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 El reciente accidente ocurrido en el kilómetro 235 de la carretera Puebla-Orizaba, donde un camión Dina, modelo 1984, cayó a un desfiladero de 220 metros de profundidad causando la muerte a más de 50 personas, que habían asistido a una convención de la Iglesia Pentecostés en Tequila, Jalisco, de donde regresaban, nos obliga a hacer los siguientes comentarios.

Desgraciadamente éste se suma a otros que han ocurrido en diferentes carreteras del país. En poco más de un mes han muerto más de 80 personas por accidentes de autobuses de pasajeros, dos de ellos en la autopista México-Pachuca, y otro a la altura del kilómetro 287 de la carretera Ciudad Juárez-Chihuahua, donde aparte de la muerte de diez personas se encontró en una de las llantas delanteras de la unidad diez kilogramos de cocaína.

Las principales causas de estos percances son: exceso de velocidad que ha provocado volcaduras o choques; falta de mantenimiento preventivo que ha ocasionado fallas mecánicas; unidades con más de 20 años de antigüedad; no respetar la normatividad vigente, e irresponsabilidad de los conductores, entre otras.

En el percance ocurrido en Veracruz, se detectaron varias irregularidades. El autobús con placas 1-ONC-70 de Frontera, Tabasco, no podía circular en carretera federal, únicamente a determinado perímetro de su zona autorizada, debido a sus condiciones mecánicas.

Esta unidad con más de 20 años, es uno de los ejemplos del parque vehicular de los hombres-camión que se dedican a la renta de autobuses para viajes especiales. No hay que perder de vista que en el segmento de grupos y convenciones la modernización de unidades no se ha podido realizar como se desea debido, entre otras razones, a la falta de financiamiento para los pequeños transportistas.

Estos accidentes demuestran, entre otros aspectos, que las autoridades correspondientes no han desempeñado eficientemente su responsabilidad para garantizar que este tipo de empresas aseguren la integridad de los pasajeros.

Por otra parte, destaca el hecho de que los ocupantes de las unidades siniestradas no contaran con un seguro de vida. Un requisito que deberían cumplir por ley las empresas transportistas.

Estos accidentes dejan una lección para todos los involucrados: el transportista debe modernizar sus unidades y aplicar los mantenimientos preventivos y correctivos necesarios, además de desarrollar la cultura del aseguramiento, en especial daños a terceros y de vida; las empresas financieras deben ofrecerles planes de financiamiento más accesibles para la renovación de sus unidades; las autoridades correspondientes vigilar que se cumpla la normatividad vigente y sancionar a los infractores, y el pasajero ser más exigente en la calidad del servicio que contrata.

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