Lee en voz alta el siguiente versículo:
Que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo.
Romanos 10:9,10
“Bendigan a quienes los persiguen. No los maldigan, sino pídanle a Dios en oración que los bendiga.”
(Romanos 12:14 NTV)
“Amar a tus enemigos tiene su recompensa. ¡Vivan llenos de bondad, amor y misericordia!
Lucas 6:35
Es muy fácil amar a la familia, amigos e incluso a todas esas personas que son buenas con nosotros y nos hacen sentir cómodos. ¿Pero somos capaces de amar a tus enemigos o a esas personas que no te agradan del todo?
La mayor prueba de amor consiste en amar incluso a aquellos que te han hecho daño, han sido groseros o los que te hacen sentir incómodos. Sólo falta voluntad para amar al prójimo y dar amor sin esperar nada a cambio.
Un día un señor me pidió hacer una carrera a un pueblo cerca de la ciudad. El señor se encontraba con su esposa y su hijo recién nacido, y habían estado buscando taxis, pero todos le cobraban mucho. El taxista decidió cobrarle 25 mil pesos a lo que el señor accedió.
Cuando llegaron al destino, el señor le dijo: “Sólo tengo 15 mil pesos, cógelos y haz lo que se te dé la gana”. Y se bajó del taxi junto con su familia. El taxista, de buena fe, le devolvió los 15 mil pesos y le dijo: “Mejor guarda tus 15 mil, que de seguro los necesitarás más que yo”.
Sin embargo, el señor, con mucha grosería, se los tiro dentro del taxi.
El taxista se fue sin rencor, simplemente dejando pasar la situación. Un par de semanas más tarde, se encontró nuevamente al mismo señor junto con su esposa, queriendo ir al mismo pueblo.
El taxista le dijo: “La vez pasada me quedaste debiendo 10 mil pesos. Esta vez te llevo por 30 mil”. El señor aceptó, y cuando llegaron, le dijo: “Sólo tengo 20 mil, dame un momento y busco los otros 10”.
Luego de esperar más de media hora e incluso tener pasajeros en el taxi esperando para arrancar, llegó el señor con varios bollos, quesos y demás cosas que incluso se pasaban de los 10 mil pesos.
Ahora, el taxista y el señor se convirtieron en mejores amigos, e incluso el hijo del taxista recibe la ropa que se le va quedando al hijo del pasajero, ya que sus hijos son consecuentes.
¿Que aprendemos de esta historia? Cualquier otra persona en los zapatos del taxista se hubiera bajado a pelear por el resto del dinero, o incluso hubiera guardado rencor con el señor, y al verlo la próxima vez no le habría ofrecido la carrera, sino que pudiera haberle hecho un daño o llamado a la policía.
El taxista no, él simplemente tuvo un pequeño gesto de amor, de paciencia y de bondad con el Señor. Eso es lo que Dios quiere, que nosotros hagamos lo mismo con esas personas que tal vez nos hacen daño o incluso nos tratan mal. Eso puede ser la semilla que pronto dará frutos. Puede ser esa razón para que la otra persona recapacite y conozca a Dios.