(Primera de dos partes) |
• Orígenes y razones
|
Orígenes y razones
Como efecto de la expropiación petrolera, las autoridades del país debieron decidir que hacer con una importante cantidad de gas LP, obtenido en tanto en los campos petroleros como en el proceso de refinación de la gasolina. Así en 1939 nace la distribución de gas LP, al decidirse Petróleos Mexicanos (PEMEX) a dar concesiones a empresarios mexicanos para la distribución de este combustible.
Gracias a la iniciativa de estas nacientes empresas, muy pronto (1942), la distribución de gas LP superaba con mucho la cobertura que tenía la distribución de gasolina y diesel. De ahí que en México el origen de la carburación a gas LP se diera como efecto de la disponibilidad de entrega a domicilio de este combustible en el campo, cuando el agricultor necesitaba recorrer largas distancias para llegar a la gasolinera más cercana.
La primera etapa (1943-1962)
Además de la disponibilidad, el menor precio y la limpieza de operación, pronto hicieron del gas LP, el combustible favorito para los motores agrícolas de la época de los 40’s.
Una vez probada su eficacia como combustible automotor, el mismo distribuidor de gas LP decidió integrarlo a su flotilla. Este mercado de la flotilla de reparto urbano y suburbano de gas LP, es el mercado natural de este combustible, ya que en esta aplicación es donde sus beneficios logísticos y económicos se maximizan. Así de los motores agrícolas en los 40’s, la década de los 50’s es la época de la consolidación social del gas LP, pues siendo este combustible por mucho la primera opción en usos domésticos y comerciales, ahora el público puede ver vehículos operando con gas LP y cumpliendo confiablemente con sus entregas de combustible a una creciente clientela.
El crecimiento de la carburación a gas LP, afectó los planes originales de un esquema de energía muy limitado diseñado para el país; era el tiempo de la planeación centralizada y se decidió poner el primer freno a esta actividad. La forma legal encontrada, fue el cierre de las fronteras a la importación de sistemas y componentes de carburación, ya que en México se fabricaban los elementos más simples del sistema.
La prohibición de la importación oficial de partes, sirvió para frenar un mercado creciente, el cual estaba listo para explorar nuevos segmentos (montacargas, motores industriales, etc), que con los inconvenientes perdieron interés en la alternativa.
El reglamento de distribución de gas LP vigente en esa época, no tenía mención alguna de la carburación a gas LP, ni en un sentido ni en otro, así que la opción más fácil fue usar el escudo del proteccionismo nacional, para eliminar el potencial que la carburación a gas LP ya desde entonces demostraba.
La segunda etapa (1963-1970)
La decidida reacción de los emprenderos pioneros de la carburación a gas LP, fue la de proceder a integrar su producto nacionalmente (la integración nacional sonaba tan rimbombante en aquellos días, como hoy suena la globalización), así a principios de 1964, se tuvieron los primeros sistemas de carburación a gas LP de manufactura nacional.
Salvado el obstáculo de nuevo la carburación disfrutó de otra ola de crecimiento, apoyada por el crecimiento de las flotillas de distribución de gas LP y ahora penetrando el segmento de los montacargas y otros vehículos industriales para quienes la posibilidad de auto abasto y la eliminación de los peligrosos contenedores y métodos de carga de combustibles líquidos, eran ventajas fundamentales, que además venían envueltas con ahorros importantes en la operación.
Pronto, en el interior de las principales plantas industriales del país, la gasolina era un mero recuerdo y nuevamente otro grupo importante de la sociedad integraba la visión de las flotillas de vehículos de manejo de materiales (montacargas, grúas, carros de arrastre, etc.), con su tanque de gas LP.
Otra vez, el crecimiento de la demanda de este combustible, alteró el balance establecido por los responsables de la economía dirigida, así que de nuevo se pusieron a trabajar en la creación de un freno para la actividad. Ahora el motivo fue la malversación de un subsidio, argumentando que al gas LP se le otorgaba un subsidio pensado en defender la economía familiar, por ende el que este acabara beneficiando empresas multinacionales, era una distorsión al esquema económico. Desde luego este argumento hacía a un lado el hecho de que tanto la gasolina como el diesel estaban también subsidiados, sólo que a estos combustibles los protegían intereses tan turbios como el diesel centrifugado.
Para compensar el efecto del subsidio, se estableció un impuesto al uso de gas LP para carburación. Este se instrumentó como una calcomanía (similar a las antiguas tenencias), que debía comprarse por semestre, obviamente pagándose de manera adelantada. Además del empleo de eficaces rumores de terror fiscal, para aquellas empresas industriales que decidieran pagar el impuesto y seguir usando gas LP.
El golpe fue sólido, el inicio de uno de los segmentos con mayor potencial de crecimiento (el transporte de carga), abortó sus proyectos de uso de gas LP, ante la nueva obligación hacendaria y muchos usuarios retiraron sus equipos y regresaron al uso de gasolina. La decisión de proteger actividades oficiales de baja eficiencia, se pagaba con el sacrificio del avance logrado por una opción de combustible que litro por litro le representaba a México (y le sigue representando) el menor costo-país. El monto de la recaudación ni siquiera le cubrió al fisco los gastos adicionales y el mercado negro se apoderó de la carburación a gas LP.
La vigencia del antiguo reglamento de distribución, no daba una plataforma legal a la industria de la distribución de gas LP para pelear por su creciente segmento; esta era una de las conveniencias de no actualizar dicho reglamento.
La tercera etapa (1971-1984)
Con períodos de inflación galopante y la falta de refuerzo para el pago del impuesto por uso de gas LP para carburación, la siguiente ola de esta actividad fue impulsada por el diferencial de precio entre la gasolina y el gas LP. La continua escalada de precios, alejaba el precio de la gasolina del precio del gas LP en términos absolutos. Esta creciente ventaja económica, le dio el impulso a la tercera ola de la carburación en México.
Esta vez la base del crecimiento fue el transporte de carga; de esta manera miles de hombre-camión dedicados a la carga maximizaron sus utilidades a base de usar un combustible más eficiente y más barato que la gasolina. En esta ocasión el segmento de vehículos a gas LP creció por miles, sin ningún control por parte de las autoridades.
México había ya aumentado sus capacidades energéticas, pero aún así la creciente demanda de gas LP y sus cifras de crecimiento muy por encima del índice de crecimiento de la población, tenían a las autoridades muy preocupadas. Sólo que esta vez y después de un muestreo realizado confidencialmente por personal de la entonces Secretaría de Comercio y Fomento Industrial (SECOFI) y PEMEX, se llegó a la determinación de que existía un riesgo político muy importante si se le quitaba al transporte de carga esta fuente de ahorros.
A finales de 1984, debido a un accidente en las instalaciones de PEMEX en San Juanico, una parte importante de la capacidad de almacenaje y distribución de gas LP de PEMEX (más del 10 por ciento), sufrió daños irreparables. De pronto las autoridades se vieron en la imperiosa necesidad de seguir abasteciendo la demanda doméstica y comercial, con serias limitantes logísticas.
En esa época el gas LP usado como combustible automotor ya era un poco más del 10 por ciento del consumo nacional (este dato fue una de las conclusiones del estudio confidencial de SECOFI-PEMEX). Con esto en mente y ante la difícil situación, se emitió un decreto presidencial prohibiendo e incluso penalizando legalmente el uso de gas LP como combustible automotor.
Así de pronto, la carburación a gas LP pasó de su mayor cresta, al más profundo valle de su historia. Por casi dos meses el decreto no reconoció ninguna excepción, pero debido a las diversas presiones de los distintos sectores, se modificó el decreto reconociendo excepciones como: los vehículos de reparto de gas LP, los montacargas, vehículos de apoyo al campo, los vehículos oficiales y los extranjeros equipados con este sistema en su país de origen. La estrategia gubernamental funcionó como se esperaba; con las excepciones de que los usuarios más insistentes podían seguir usando gas LP (estos eran los menos) y con esto se eliminaron las presiones políticas. Sin embargo la mayoría de los usuarios (aún muchos que cabían en las excepciones), decidieron remover sus equipos y volver a usar gasolina, desde luego que la conversión de vehículos a gas LP virtualmente se fue a cero por varios años.
A pesar de que no se tenía un sustento legal, la percepción general de la sociedad era que el gas LP era muy buen combustible, pero como era muy peligroso (la opinión pública pensaba que el gas LP había sido la causa del accidente de San Juanico), las autoridades lo habían prohibido. El lector podrá imaginar las dificultades de un gerente de flota para lograr que su comité de proyectos le aprobase la conversión a gas LP de una flotilla en estas circunstancias.
En nuestra próxima edición de junio se continuará con el tema de la carburación a Gas LP