En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia
Proverbios 17:17
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No creamos que sólo cuando somos niños, se puede tener el consuelo de unos brazos que nos alcen cuando nos sentimos tristes o tenemos miedo; ahora, siendo adultos, de igual forma, esos brazos se extienden para contenernos en los peores momentos. Sólo es preciso tratar de confiar, de tener fe, de amar a Dios como lo que es, nuestro padre, y pedirle humildemente ayuda, descargar en él nuestro pesar.
Dejémonos alzar por ese Dios papá que nunca abandona y que sólo tiene su regazo el amor más grande para brindarnos.
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¿Cómo estas? He tenido el deseo muy grande de escribirte una nota para decirte cuánto te quiero y cuánto me preocupo por ti. Te vi ayer cuando estabas platicando con tus amigos. Aguardé todo el día con la esperanza que quisieras platicar conmigo… también.
Al caer la tarde, te mandé un crepúsculo para terminar tu día y una brisa fresca para que descansaras y… esperé… más nunca viniste. Sí, eso me dolió mucho, pero te sigo amando, porque soy tu amigo. Sí, tu amigo siempre fiel.
Te vi quedarte dormido anoche y tenía deseo de acariciar tu frente, así que derramé rayos de luna sobre tu almohada y sobre tu rostro. De nuevo, esperé deseando bajar tu prisa para que pudiéramos platicar.
Si supieras cuántos regalos tengo para ti. Despertaste tarde y te fuiste rápidamente sin acordarte nuevamente de Mi, tu amigo; y sabes… lloré, si lloré mucho.
Hoy te vi muy triste, muy solo. Mi corazón me duele porque te comprendo. Mis amigos me desprecian, me lastiman muchas veces, pero yo te amo. ¡Oh!, si supieras escucharme.
Yo te amo, yo trato de decírtelo en el azul del cielo, en la luz del sol; perfumo el aire con esencias de la naturaleza, en la quietud del pasto verde. Yo susurro en las hojas de los arboles y soplo en el color de las flores. Yo lo grito en la caída de las aguas de las montañas y les doy canciones de amor a los pájaros para que canten.
Yo te cobijo en el azul del cielo, con la luz del sol. Mi amor por ti es más grande, más que la necesidad que tengas en el corazón; más bonito que el océano. ¡Oh! Si tú supieras cuanto quiero ayudarte. Yo quiero que tú conozcas a mi padre. Él es así, tú sabes, quiere ayudarte, sabes.
Nada más pídeme, llámame, háblame. ¡Oh!, por favor no me olvides, tengo tanto que compartir contigo. Bueno, no quiero insistir más, eres libre de preferirme o para rechazarme, la decisión es tuya. Yo te quiero y te he escogido y por esta razón… esperaré… porque te quiero.
Tu amigo Jesucristo
*Tomado del libro “Palabras y Pensamientos”, de Miguel Ángel Gómez.