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Transporte público: Evolución de los negocios, clave en la movilidad

La transición de hombre-camión a un modelo empresarial es fundamental para impulsar el autotransporte de pasajeros

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“¡Órale, no llevas vacas!”, exclaman los usuarios a bordo de un autobús armado en los años 80, atiborrado de personas y con un sentido de la competencia más que desarrollado para ganar pasaje y lanzar “lámina” si es necesario. El darwinismo del transporte público es común: si no aceleras, no completas el gasto de la semana. 

La escena ejemplifica el estado del transporte público en muchas regiones del país, siendo un servicio que desde hace 60 años ha prevalecido bajo esquemas de concesiones individuales, pero que hoy en día da claras señales de estar rebasado.

Muestra de esto es la desorganización intrínseca que implica un modelo individualizado para atender el transporte masivo: el empleo de flotas antiguas, la utilización de vehículos de baja capacidad, la dificultad para planear a largo plazo y la precarización laboral; todo ello en detrimento de un servicio esencial para la calidad de vida de todas las personas. 

En este sentido, especialistas indican que la alternativa viable para impulsar el sector es emprender una transición del esquema individualizado de hombre-camión a la conformación de empresas de transporte público.

“Llevamos 24 años hablando de este tema para impulsar ajustes y cambios que han sucedido de forma lenta fuera de grandes ciudades que han logrado avances importantes en este sentido”, señala Juan Hernández, gerente de Planeación y Operación de Transporte Público en WRI México.

¿Para qué?

De acuerdo con Hernández, las principales ventajas que pueden obtenerse con esta migración tienen que ver con factores como la maximización de recursos, transparencia, control de ingresos y organización.

“Es mucho más sencillo para la autoridad gestionar o trabajar con empresas consolidadas, puesto que es mejor interactuar con un líder o un representante a tratar con todo un gremio, dada la cantidad de personas que están agrupadas en una ruta”, destaca el especialista. 

A esto se suma la formalización en términos fiscales y la generación de empleos con más garantías para el personal operativo y administrativo.

En la actualidad se registran flotas que promedian más de 20 años de antigüedad, situación que merma la calidad del servicio y deriva en problemas ambientales. Ambos retos pueden afrontarse con un cambio de modelo que abrirá nuevas puertas en recursos de financiamiento para los transportistas. 

“Al tener un esquema individualizado, realmente hay pocas probabilidades de obtener buenos créditos de financiamiento, y las oportunidades suelen ser mejores cuando te presentas como una empresa que cuando tienes un esquema de concesión individual”, señala Hernández. 

Para Nicolás Rosales, presidente de la Asociación Mexicana de Transporte y Movilidad (AMTM), la transición implica también profesionalización en todas las áreas: administración, dirección, áreas operativas y mantenimiento. 

“Esto permite tener una mayor organización de la ruta y operar de una manera distinta. Se ordena la flota, capacitan operadores, se implementa tecnología para ser más eficientes, lo que se traduce en rentabilidad”, señala. 

 

Carrera de fondo

Ciudades mexicanas como la capital del país, Guadalajara o León son algunas de las que han dado ejemplos de lograr una transición, aunque el proceso no ha sido sencillo. 

A decir del presidente de la AMTM, uno de los principales desafíos es “la comunicación entre los mismos operadores para ponerse de acuerdo y poder nombrar una directiva que lidere la empresa y emprender un diálogo con las autoridades para saber cómo se dará esa transición o cómo apoyará el gobierno”. 

En tanto que para Juan Hernández, de WRI, lograr una transición requiere de voluntad tanto de los que ofrecen el servicio de transporte como de las autoridades, que son quienes pueden apostar e incentivar al sector.

“Si el gobierno no genera una matriz de incentivos para los concesionarios, difícilmente el gremio por sí solo llegará a hacer estos cambios”, señala y ejemplifica en opciones como bonos de chatarrización, beneficios fiscales, capacitación o nuevos esquemas de remuneración.

En esta carrera de fondo hacia la transición, existen otros obstáculos como la simulación, dado que se dan casos en los que hay actores constituidos como empresas, pero que no operan como tal, ya que cada quien sigue administrando sus propios activos, sin que realmente haya una estructura organizacional, recursos humanos, regulación o control.

De tal suerte que lograr una transición hacia la profesionalización es un paso adelante para impulsar a uno de los sectores que más afectados se vieron por los años álgidos de la pandemia, donde se llegó a perder hasta el 80% de la demanda, misma que hasta la fecha no se ha recuperado, y que no se espera que se normalice en un corto plazo.

 

 

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